La escama de una sirena puede cegarnos de tristeza
y una estrella de mar adormecernos para siempre,
bien lo dijo aquel loco de Porto Levante
cuando en la piel se traía los lentos oros de la tarde.
Isola Vulcano é un peeto addormentato, caro “itagnolo”.
Nadie como él conocía las estrategias del cangrejo
ni los valses secretos para hipnotizar al demonio.
Mordía las cenizas de un té confuso buscando puerta
a los indicios (más de una vez lo vimos auscultar
basaltos bajos las quietas acequias del cielo).
En la hora lábil de las alas y las áncoras,
cuando ya el mar ardía con el fuego de las distancias,
su carne de lapa tatuada abrió los círculos del ron
y crujió en el idioma de los naufragios, diciendo:
Peto addormentato, certo; ma peto di un dio.
Jesus Jiménez Dominguez
Diario de la Anemia/Fermentaciones
2000, ed. Olifante
imagem de Ana Hatherly
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